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Gestión de conflictos en el patio

EL PATIO UNA GRAN OPORTUNIDAD DE APRENDIZAJE

Intentaba mediar entre dos niños de sexto enzarzados en una pelea por una falta de fútbol, cuando una niña me llegó corriendo. ¿Qué haces en el patio de mi colegio? Soy mediador -le dije- y vengo a ayudaros a resolver conflictos. Tras mirarme, muy extrañada, dijo: ¿Pero conflictos como qué? Entonces le expliqué lo que acababa de ocurrir. ¡Esto no es un conflicto! -me respondió- ¡Son solo dos niños peleándose por un balón! Inicialmente me hizo gracia esa reacción cargada de ingenuidad (porque todos son conflictos). Sin embargo, después pensé que quizás esa respuesta era mas habitual y extendida de lo que creemos. Si hablamos con cualquier adulto probablemente nos diría lo mismo: “Son solo cosas de niños”.

 

Gracias a mi trabajo como mediador en prácticas con Mediam en los Colegios “Alexandre Gali” y “Jaume I”, he podido adentrarme en el apasionante mundo de la mediación escolar. Durante casi cuatro meses he podido observar el entorno educativo a través de la mirada mediadora y la Cultura de Paz en el Espai de Migdia.

 

Si bien es cierto que los niños son un reflejo de los adultos, es curioso como he observado en este tiempo que también es al revés. En este sentido, transmitimos nuestros valores y comportamientos a los más pequeños, sin embargo, cuando cogemos cualquier conflicto que se pueda dar en un colegio, como dos niños peleándose por una pelota, no encontraremos ninguna diferencia con la que pueden tener dos adultos en una oficina.

En su versión más primaria que dos chicos de doce años discutan por la mala praxis de un juego de recreo es el inicio de estos en las disputas que luego tendrán durante toda su vida. No es tan importante el qué sino el cómo se gestiona y es en el colegio donde comienzan nuestras primeras relaciones sociales fuera del ámbito familiar. Un mal aprendizaje emocional de nuestros conflictos se va a reflejar en la vida adulta. Cualquier tipo de terapia o trabajo personal que se precie siempre comienza en la infancia. Entonces; ¿Por qué no le damos el valor que merece a una temprana edad a la mediación? Tendemos a naturalizar comportamientos, a restarles importancia, cuando es éste el momento clave para actuar.

 

Una de las primeras cosas que me sorprendió cuando comencé mis estudios como mediador, fue el ver el conflicto como una oportunidad y no como problema. Generalmente todos tenemos este prejuicio, independientemente de nuestra edad. Cuando entendamos que la vida es un aprendizaje donde tendremos que lidiar con infinitos conflictos, podremos asumir que lo interesante es aprender a gestionarlos y no tanto evitarlos, como se suele pensar.

 

Ha sido para mí un reto encontrarme en ese lugar y asistir a las sesiones de mediodía donde se relacionan los niños, tanto entre ellos, como con los profesionales de monitorización. Estar presente, mediar entre dos niños, me hace saber que estoy ayudando ya en cualquier otro conflicto que tengan en la vida adulta. De ahí que sea una mediación con resolución duplicada, porque tiene un amplio proyecto de futuro. Es en el espacio de patio donde se manifiestan muchas veces las tensiones y emociones acumuladas durante el día. Trabajando distintas dinámicas -desde un RolePlay para teatralizar situaciones de bullying, hasta la creación de un espacio de escucha y peticiones-, pude observar que los niños llevan siempre “una mochila cargada”. Y es en esa mochila donde se cuelan desde grandes problemas familiares hasta la preocupación por el examen del día siguiente. Por eso considero muy importante darles la oportunidad de participar en estas actividades, en un espacio amable y de ocio, donde puedan permitirse dar salida a esto. En definitiva, intentamos hacerles identificar y reconocer sus propias emociones y que se sintieran escuchados.

LOS MONITORES/AS ACOMPAÑANDO EL PROCESO DE CRECIMIENTO

Quiero poner en valor también el trabajo del equipo de monitorización. Tanto en las formaciones como en el acompañamiento que hicimos con ellos en el patio, pude observar la dificultad que entraña su labor y los pocos medios de los que disponen para desarrollarla. El comprobar que son poco valorados no es más que un reflejo de los que comentamos al principio; no se le da la suficiente importancia al “espacio de relaciones” que supone el recreo. Tras detectar esta situación nuestro máxima prioridad, ha sido darles el mayor número de herramientas porque somos conscientes de que el trabajo real de mediación está en sus manos.

 

Creo que el espacio de mediodía es un lugar muy importante a reivindicar, especialmente por la repercusión que tiene en el aula y viceversa.

Mirando atrás debo confesar que sentí un cierto temor al principio por la responsabilidad que tenía como mediador y, sobre todo, por trabajar junto a tantos profesionales de la educación y con tantos años de experiencia. ¿Qué hago aquí? ¿Acaso no tenemos ya al orientador o al pedagogo para hacer eso? ¿A los propios monitores o profesores? ¿El educar no es ya una mediación en sí misma? Creo que son preguntas que nos solemos hacer todos cuando empezamos. Pero he aprendido que al ser una figura externa, y trabajar desde la confidencialidad, la neutralidad, la imparcialidad, esto me da un poder especial que ninguno de ellos tiene. Por eso llegué a la conclusión de que en este engranaje yo poseía la llave que conseguía que todo se pusiera en su sitio.

 

Recuerdo uno de los últimos días en que se nos acercó parte del equipo para agradecernos el trabajo realizado.

 

Entonces mi comediador y gran compañero Pol les respondió: “os lo tenéis que agradecer entre vosotros, porque aunque no lo sepáis sois vosotros los que habéis hecho todo”. Fue en ese momento cuando realmente entendí qué significaba ser Mediador.

 

Hemos elaborado un video para mostraros como ha sido la experiencia.

Autor Antonio López – Colaborador Mediam

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